miércoles, 7 de septiembre de 2011

Cortar, pegar, decidir, desechar

…pero nunca manipular, ¿o sí?
Cuando ya tienes todo rodado o eso parece, el material en crudo digamos, empieza la hora de montar la historia. Martha me envió un sms: “¿qué historia contaremos Javi?”. “La de cuatro hombres que conquistan su pequeña tierra y construyen un sueño en forma de huerto”, contesté yo casi bromeando.
Y ahora que la historia y el montaje están más que perfilados, no iba muy desencaminado aquél mensaje mío. Hasta llegar a este relato hemos pasado por un proceso en el que, principalmente, nos hemos relacionado con unas personas y un espacio de dos formas distintas: una presencial, por así decirlo, y otra virtual.
Me explico. Por un lado, durante el trabajo de campo, en el que recolectábamos información cámara en mano, explorábamos un espacio físico, una tierra palpable con sus moradores y sus picaduras de insectos a evitar.
Por otro lado, una vez que esa información empezaba a traspasar la pantalla, el espacio físico pasaba a ser escenario virtual; y Manuel, Miguel, Domingo y Jesús, aunque suene algo frío,  cambiaban de personas a personajes. Nombres que por un momento eran despropiados de parte de su personalidad o de su discurso, para ser encajados en la historia que debíamos contar.
En realidad, nosotros no debíamos contar nada. Lo estaban haciendo el espacio-escenario y los moradores-personajes a medida que metíamos la tijera digital. Incluso en algún momento, uno puede sentirse titiritero manejando el huerto-teatro y los agricultores-actores a su antojo. Tienes un cierto poder de manipulación de lo que están diciendo, o de la presentación del lugar. Los huertos intersticiales podían haber sido aún más paradisíacos de lo que aparecen en el documental. O más canallas. Más verde. O más óxido. Y los entrevistados podían ser más dulces, más quijotescos, más misógenos, más xenófobos o más bohemios.
Así queda la realidad, al menos en un documental. Siempre con la duda más o menos consciente de saber si estás retratando la auténtica realidad, o estás improvisando un nuevo esquema de vida.
Sucede también un capítulo constante de pérdida de la noción del momento. A saber, después de ver una y otra vez las mismas imágenes con los mismos personajes, éstos evolucionan dentro del metraje. Sin darte cuenta, van tejiendo su propio discurso en un guión que siempre estuvo ahí, pero que es nuestro deber hallarlo, direccionarlo.
Al  volver a visitar aquellos huertos, puede dar la sensación de que nada hubiera pasado porque los protagonistas estuvieron mucho tiempo  en nuestra pantalla del computador. Pero con el  montaje, tres meses en nuestro caso, el tiempo  va pasando. Y al regresar al lugar del crimen, los tomates han crecido y los  personajes vuelven a ser personas, proporcionándonos una bofetada hacia aquella primera realidad que nos hace cuestionar nuestro documento Intersticios.


Javier Requena

lunes, 2 de mayo de 2011

El huerto de Miguel

Miguel es de Andalucía y desde hace algunos años tiene un precioso huerto en una de esas comisuras urbanas desvaídas y opacas. Él, como tantos hombres y mujeres,  emigró a Barcelona en la década de los años 60  en búsqueda de mejores condiciones de vida.  Dejó así sus cálidas tierras del Sur para vivir en una ciudad de la periferia gris  y estigmatizada en la que, pese a todos los obstáculos,  pudo construir un futuro para sí y su 
familia.
Hoy Miguel está disfrutando de su jubilación y de ese espacio verde que ha logrado cultivar pese a la enorme presión urbana que se cierne sobre él.  Así, no obstante los planes urbanísticos de los ayuntamientos a los que pertenece ese territorio marginal y oxidado, con cada estación  puede ver crecer habas, lechugas, tomates, acelgas, patatas, pimientos... y  oír cantar a sus pájaros y también recomponer su espíritu a veces maltrecho como los edificios de hormigón de su ciudad.
Miguel podría ser uno de los personajes de la película que Javier  Requeña y yo empezamos a rodar mañana. Un documental sobre esos intersticios urbanos en los que encontramos parcelas de resistencia y de esperanza pese a las amenazas urbanísticas de los ayuntamientos que quieren "limpiar", "ordenar", "sanear" esos territorios; que los quieren someter al imperio absoluto de una polis perversa que no piensa en el bienestar de las personas sino en la especulación, en el ordenamiento enajenador, en hacer profilaxis urbana para beneficio de unos pocos.
Aquí van algunas imágenes del huerto de Miguel. 







Texto: Martha Cecilia Cedeño Pérez
Fotos: Marthacé

lunes, 25 de abril de 2011

De carreteras serradas, mariposas actrices y jóvenes rebeldes

El perfil del precipicio. Es cierto que a veces perseguimos lo más raro, el más difícil todavía, el detalle menos apreciable. Acercarse de manera casi peligrosa al antagonista. Porque sí, tenemos un antagonista, como toda buena o mala historia que se precie.
No es que vayamos de hippies postmodernos, manifestándonos frente al avance del alquitrán que todo lo cubre, incluso el poco verde que queda en la ciudad. Pero desde luego hoy, cuando estábamos lo más cerca posible del acecho de una carretera sin terminar, que pende tan sólo de una firma para seguir avanzando y sobrevolar nuestros huertos, podríamos haber pasado por unos frikis de barriada. Y tendríamos que admitirlo sin rechistar.
Desde ese punto del barranco-vergel, se avistaba el espacio en toda su magnitud. Nuevos puntos de vista que todavía hoy, después de todas nuestras visitas, siguen presentándosenos. El alineamiento florado del caminito de Jesús, la parcelación aleatoria de los huertos, el asentamiento de nuevos espacios de los últimos inmigrantes llegados. ¡Incluso un campo de fútbol privado!
Una brecha entre dos ciudades que no para de florecer.
Las mariposas actrices. O hasta qué punto forzar el acontecimiento a documentar. Hace unos años, se propagaron ciertos rumores sobre la veracidad de las imágenes “naturalmente” captadas por Jean Costeau o Félix Rodríguez de la Fuente.
 Rodábamos unos planos del magnífico acueducto que atraviesa el intersticio, cuando una mariposa nos avisa que quiere ser inmortalizada. Se posa sobre una zarzamora y despliega sus alitas multicolor. Tan bella se creía la ex-crisálida, que su inmovilidad terminó por ser cinematográficamente aburrida. “Marta, ¿por qué no mueves un poco la planta para que la doña mariposa, que tan esculturalmente posa, inicie escalonadamente su vuelo?”. Y así se hizo, en un despliegue de alas nunca visto, por lo fugaz que resultó, me refiero.
Estoy hablando de cuál es el método a seguir para un documental, supuestamente cercano a la realidad. ¿Cuál es el límite de lo éticamente documentable?, ¿Forzar una acción deseada para la narración?, ¿Esperar a que suceda sin más?, ¿Resignarse al material registrado?
 En varios momentos, hemos pedido a Jesús, Miguel, Manuel o Domingo que fingieran su trabajo, o mejor dicho, que lo iniciaran para nosotros. ¿Qué se supone, que para respetar ciertos cánones hemos de esperar todo el día por si a alguno se le ocurre agarrar la azada y que la mariposa famosa facture su vuelo?
Y la rebeldía juvenil. O no. Por una parte, Leo, el último fichaje para Intersticios, se presentaba como la nueva esperanza de renovación campestre-urbanita. Una coincidencia casi celestial el mismo día que inauguraba su pequeño huerto. Pero diez días después, el terreno sigue sin ser plantado. Un cerco vacío, como diciendo aquí están los límites de mi sueño y si quieren entrar, llamen a la puerta. Y pedir audiencia con él es más trabajoso que intentarlo con el presidente Zapatero,  porque tras varios intentos no hay forma de entrevistarlo ni de saber porque el ímpetu inicial, toma otro ritmo ahora.
Por eso la doble rebeldía: por no seguir los hábitos comunes de pasotismo de los más jóvenes por una parte; y por caer en el mismo pasotismo después.

 Mientras tanto, queda nuestro personaje puente a su merced, a fin que antes que terminemos el montaje, podamos mostrar algo más que una simple okupación. Qué bien quedarían unos tomates que asoman por primera vez en ese barro. ¿O deberíamos contratar los servicios de unos tomates hollywoodienses que actuaran  al grito de ¡Acción!?
Texto: Javier Requena
Fotos: Marthacé

martes, 19 de abril de 2011

Teasser del documental Intersticios

Intersticios es un documental que Javier Requena y yo estamos haciendo en el marco del curso Documental i Gènere de la Escola de la Dona Francesca Bonnemaison. Es nuestra primera experiencia en el campo específico de los documentales aunque ya tenemos alguna en el lenguaje audiovisual en general.
Ha sido todo un reto para nosotros adquirir las herramientas teóricas y prácticas para asumir un proyecto en el que a veces se presentan altibajos. Nos falla el estado del tiempo y algunos posibles personajes;  nos desencantamos y en ocasiones tenemos la sensación de no encontrar el camino... Sin embargo he de reconocer que aunque hay días en que  el ánimo no acompaña siempre tenemos una sonrisa, un comentario, un punto de inflexión para el optimismo. 
Aquí está el primer fruto de nuestro esfuerzo. Este teasser en el que se percibe parte del espacio que narraremos, las claves estéticas y, por supuesto, nuestra mirada.

viernes, 15 de abril de 2011

Hoy, sardinas

Después de encontrarnos en el puente y de hacernos unas fotos para dejar constancia de nuestra etapa de documentalistas en ciernes, Javi y yo bajamos hasta el huerto de Domingo.  Lo llamamos un par de veces desde la puerta de entrada a su particular edén hasta que el hombre nos contestó con un “Ya voy”. Y sí, ahí estaba él con su figura bonachona y su sonrisa franca.
“Pasad, pasad, estamos haciendo sardinas”.  Ya nos suponíamos algo parecido al saludarlo pues traía consigo un olor característico a leña y pescado asado.  Subimos hasta la caseta y allí estaba Manuel, el vecino del huerto de al lado y otro hombre que no habíamos visto nunca.  Cada uno tenía una apetitosa sardina en la mano y un trozo de pan. Nos saludaron sin dejar de comer y después de un momento nos instaron a unirnos al convite.
Al principio Javi estaba un poco reacio pero yo acepté encantada: era la primera vez que saboreaba unas sardinas asadas al fuego rústico.  Y juro que me supieron a gloria aunque me hayan caído un poco pesadas.
Lo singular es que hace ocho días repetimos el mismo ritual: Domingo y Manuel estaban desayunando panceta, costillas, pan y un vino que nunca falta y nosotros nos unimos con un poco de vergüenza al principio…
 Lo malo de todo es que entre desayunos al aire libre, chistes de Manuel y conversaciones campechanas se nos pasan los minutos y después vamos corriendo de aquí para allá buscando detalles singulares, planos, perfiles, formas poéticas, imágenes de esto y lo otro. ¡Y aún nos falta preguntarle un par de cosas a Domingo!
Volveremos la semana que viene y esta vez “iremos a saco”… siempre decimos lo mismo pero terminamos hablando con estas personas sencillas, amables  y transparentes que nos devuelven la esperanza en la humanidad…
A ver qué pasa la semana que viene…

lunes, 11 de abril de 2011

Hola señor, ¿tiene usted un huerto?


Maratón de visitas al huerto del metro. Por un momento, pensé que vivíamos en una vecindad. No sería muy aventurado afirmar que los huertos forman una pequeña comunidad en sí misma, a parte de la ciudad y en la ciudad misma; ahí adentro, pero al mismo tiempo, fuera.
Hoy nos hemos reencontrado con Jesús, no el bíblico, sino uno mucho más terrenal, y con preocupaciones más tangibles. Vemos a un Jesús enfadado por una plaga que ha arruinado la cosecha de lechugas (¿La versión poligonera de las diez plagas?). “Es que como yo no quiero poner nada artificial de abonos, pues esto es lo que pasa, que se me han llenado las lechugas de estos bichitos negros”-dice resignado nuestro sincero hortelano.
Jesús cumple con el prototipo de payés urbano que estamos tratando: jubilado, en los 60, emigrante de zona rural. Si realizáramos un documental sobre fauna, algo no muy descabellado por otra parte, podríamos decir que es la especie que más abunda, aunque no la única, como más adelante veremos. Fue Jesús quien nos abrió por primera vez el camino en el campo (uy, qué bíblico me pongo), quiero decir, que él fue  la primera persona que abordamos con nuestra frase mágica, “hola señor ¿tiene usted un huerto?”.
Recuerdo aquél lejano día de hace dos meses (…), como un momento en el que dos aventureros de poca monta, se adentraron en ese intersticio en el que parecía brotar una vida paralela al caos urbanístico. Entonces preparábamos el teaser del proyecto, y la intervención de Jesús fue ideal, relatándonos cómo fue que encontró ese terreno, ciertamente al límite del barranco; los problemas a los que se tienen que enfrentar con robos varios; la nueva inmigración que ocupa terrenos y tienen otro tipo de comportamientos; o su sentido de la ecología. No pudimos tener mejor comienzo.
Hoy nos ha costado convencerlo para que se deje entrevistar con más profundidad, pero hemos llegado a un acuerdo.
Segunda visita del día, a don Miguel, que ha desarrollado el tema sobre las amenazas que se ciernen sobre los huertos, principalmente, el eterno plan urbanístico para que sobrevuelen unas carreteras por encima del barranco.
Y hoy, cuando marchábamos, hemos asistido a un capítulo nuevo del proyecto. Un par de jóvenes, hijos de otro hortelano de la huerta, han decidido tener su propio huertecillo y justo hoy, comenzaban a delimitar y vallar sus metros cuadrados de hortalizas y sueños.
Sí, puede ser verdad que  nos guste poetizar lo que a primera vista puede parecer más crudo, como el trabajo de estos veinteañeros, con un cierto pasotismo y sin querer mostrar abiertamente la importancia de su pequeña conquista. Pero creemos firmemente que, mientras algunos sólo ven cómo se plantan patatas, otro veremos cómo crecerán las metáforas.
Javier Requena








martes, 5 de abril de 2011

Ideas para un documental

No sabemos a ciencia cierta cómo surgió la idea de estudiar esos espacios intersticiales en los que muchos seres  redescubren ese contacto primero con el campo abierto, así estén inmersos en barrancos rodeados de edificios. Pero la idea estaba allí: haremos un documental sobre los huertos urbanos, dijimos. Y lo único que teníamos claro es que no realizaríamos una película al uso sobre ese tipo de espacio. No. "Este documental no va de tomates", apuntamos seguros en el Pitching el pasado mes de marzo.
Y en efecto, así es. No es nuestro objetivo hacer un inventario de las verduras y frutas ni mostrar la solvencia en este ámbito de las personas que las cultivan.  
Queremos, en efecto, adentrarnos en sus percepciones, en la manera cómo cada día resisten la presión urbana, el influjo bestial de una polis vigilante con sus planes, sus caminos y sus seres hostiles.
Queremos  acercarnos a sus maneras de ver el mundo, a su realidad teñida de calles y soledades por las que muchas veces circula su vida y en la que, sin embargo, existe una franja recuperada, tomada, conquistada, practicada, cuyo significado va más allá de la satisfacción de plantar tomates, habas, cebollas... 
Queremos vislumbrar cómo esas comarcas desvaídas han dejado de ser barranco, riera, terreno baldío, para constituirse en territorios abonados con el esfuerzo cotidiano, la ilusión, la tozudez de unos seres que aún se sienten útiles pese a que el sistema los ha jubilado de todo, hasta de la esperanza.
Martha Cecilia Cedeño Pérez









Fotos: imágenes de huertos (Marthacé)

lunes, 28 de marzo de 2011

Huertos canallas

Un día más nos encontramos Marta y yo en la entrada del huerto que hoy exploramos, cuya ubicación preferimos no revelar por dos motivos: para intentar preservar esta especie de micromundo como si de una reserva natural se tratara; y para intentar otorgarle al concepto de intersticio, un aire universal (sí, algo pretencioso, lo reconocemos).

En un principio, quisimos adoptar un papel de exploradores totales y hacer una radiografía bastante amplia geográficamente hablando. Pronto nos dimos cuenta que ni somos Indiana Jones y ni tan siquiera, documentalistas. Así que hoy nos presentamos en esta primera zona de huertos que, junto con otra zona muy próxima y tan sólo separada por una carretera, son finalmente nuestro campo de estudio.

Tras varias visitas, ya recorremos esos senderos angostos como si lo hubiéramos hecho toda la vida. Hoy nos dirigimos nuevamente al huerto de don Miguel. Es la tercera vez, tras un primer acercamiento hace más de un mes; y tras una visita reveladora, por llamarlo así, la semana pasada.

 En aquella ocasión, Miguel fue tajante y nos preguntó por algún posible contacto entre nosotros y el Ayuntamiento. Miguel se hacía eco de ciertos rumores que corrían por estos huertos. Nos sentimos algo extrañados, pero luego pensamos que también estaban en su derecho a desconfiar o a querer indagar algo más sobre nosotros. Al fin y al cabo, somos dos intrusos en tierra de nadie. Pero ya no le damos mayor importancia al asunto.

El huerto de Miguel queda anclado por una riera descubierta de aguas fecales por un lado, y, curiosamente, por una riera cubierta de agua potable para el regadío. Como una contraposición del agua como metáfora de la vida.

Nos recibe muy amablemente y somos convidados a un riquísimo pan tostado en una estufa de leña hecha a partir de un bidón, todo un ejemplo de reciclaje. Creado un ambiente distendido, Miguel comienza a relatarnos retales de su vida y su relación con este huerto.

Desde que cultiva esta tierra, parece haber recuperado un lazo perdido o dormido con su tierra natal, Córdoba, zona rural que tuvo que abandonar cuando los grandes movimientos migratorios de los años 60, como tantos otros. Emociona verle explicar los sacrificios pasados para hacer prosperar la economía familiar, con estadías alejado de los suyos aceptando el trabajo que se presentara.

Eran otros tiempos, sin duda alguna. Y, aunque hoy en día es fácil poder comprar una lechuga y unas cebollas, no lo es tanto conseguir unas  tan sabrosas como las que nos regaló al final del día don Miguel.
Javier Requena







Fotos: Javi y Martha con don Miguel. Y el pan tostado a fuego lento... ¡Una delicia!